MANIFIESTO
DEL
GRUPO DE TRABAJO SOBRE DISCAPACIDAD ISONOMIA
3 de diciembre de 2013
Día Internacional de las Personas con Discapacidad
Las palabras hablan del mundo. Más aún, las palabras hacen el
mundo en que vivimos. Como decía no recordamos quien, los límites de su mundo
eran los límites de su lenguaje. No existe, para los humanos, un mundo sin
palabras: pronunciadas, firmadas o dibujadas. Palabras como libertad, como igualdad, como fraternidad
condujeron al mundo a la
Era Contemporánea. No existen las palabras importantes
“neutrales”. Cuando expresamos una palabra nos comprometemos con su
significado; si cambiamos la palabra, cambiamos el compromiso.
A lo largo de décadas hemos visto como las palabras que se
referían a nosotros y a nosotras iban cambiando. Hemos creído con fuerza que
iban evolucionando, de una manera que hacía irreversible el cambio que
acompañaba a la palabra. La visión que el mundo iba teniendo de los problemas
que nos afectaban iba cambiando con cada nueva palabra que se introducía.
El mundo fue abandonando aquel concepto tan duro con el que
nos señalaban antes para incorporar el de minusválidos
en la LISMI de
1982, una de tantas leyes que han quedado en el camino, sin desarrollarse como
se debía. Después nos dimos cuenta de que nuestro valor era como el de cualquier
otra persona. Apareció el concepto de discapacidad,
substantivando a la persona «portadora del déficit». Últimamente hemos
descubierto que la «discapacidad» no la lleva la persona, sino que aparece por
una falta de adecuación del entorno a las necesidades de muchas personas.
Hace cinco años el Estado Español firmó la Convención Internacional
sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, asumiendo este concepto
como transitorio y que designa, efectivamente, a las personas que, «al
interactuar con diversas barreras, tienen impedimentos para participar
plenamente y efectivamente en la sociedad, en igualdad de condiciones con las
otras». Y esto lo indica el artículo 1.
Hace poco escuchamos a uno de los ministros con más peso en
el Gobierno volver a usar la palabra minusválido,
la cual queda claramente obsoleta precisamente por su significación «de incompetencia
o menor valía para la participación social», olvidando –queremos imaginar que
involuntariamente- que si nuestra participación social se ve menguada es,
precisamente, por el regreso de las barreras que nos impiden esa participación.
Barreras siempre han existido, ¡es cierto! Y cuando más atrás
miramos, de más grandes vemos. Pero también es cierto que habíamos llegado a
creer que aquellos conceptos de libertad, igualdad y fraternidad, que se habían
expresado con vocación de cambiar la Historia, al fin se llegaban a universalizar.
Parecía que conforme íbamos avanzando en el tiempo, las barreras iban
derrumbándose gracias al aumento de la sensibilidad –ganada con nuestra lucha-
de la sociedad. Pensábamos también que, en esta historia, el personal político
escuchaba la sensibilidad de la ciudadanía.
Las palabras no son inocuas. Hacen bien o hacen mal.
Perpetúan imágenes negativas de aquellas personas a quienes se refieren y las
estigmatizan o, por el contrario, reconocen sus derechos y se comprometen con
ellas.
Nadie hemos elegido las barreras con las cuales nos
encontramos. Pero el hecho es que las tenemos. Y el hecho de tenerlas nos
obliga a intentar derrocarlas. La comunidad internacional, mediante la Convención, y el Estado
del cual somos ciudadanas y ciudadanos, en firmarla, nos ha reconocido el
derecho a derrumbarlas. No nos vale, pues, ahora, que nos digan que esto era
antes; que, de pronto, nos hemos convertido en “un gasto social” que hace falta
minimizar. Otro ejemplo –¡y ya
van no sabemos cuántos!- de cómo se nos considera a las personas con diversidad
funcional desde la política, es el Decreto del 2 de agosto del presente año, de
la Conselleria
de Bienestar Social, en el cual se incrementan las cantidades económicas que se
tienen que aportar para poder recibir servicios que nos deberían corresponder
por el simple hecho de ser ciudadanos y ciudadanas y pagar impuestos. En el
caso de aquellas personas que forzosamente deben vivir en residencias, esta
“aportación” puede llegar a dejarlas con tan solo 101€ disponibles en sus
bolsillos para pasar el mes. Es decir, con estos 101€ tendrán que pagarse la
ropa, las reparaciones de las ayudas técnicas personales, así como aquellas
pequeñas cosas que ayudan a mantener la ilusión de que nuestra vida es tan
digna como la de cualquier otra persona. Ahora, dudamos mucho que con esta
cantidad se puedan comprar la ropa que les gusta, seguir yendo al cine, tomarse
un refresco, practicar un deporte adaptado o, de vez en cuando, ir al fútbol.
Además, parece toda una tomadura de pelo que, por las mismas fechas en que se
certificaba nuestra ruina económica y se nos asfixiaba socialmente, la misma Conselleria
publicaba normas para el desarrollo del Plan contra la Exclusión Social,
previsto para el trienio 2011-2013. ¿Será cuestión de ineptitud o es pura y
dura hipocresía?
Quizás vivimos en una realidad perversa: mientras el número de
personas que debemos luchar para tumbar las barreras crece, las políticas que
deben amparar nuestros derechos nos recortan nuestra capacidad de
supervivencia. Y la palabra supervivencia
no la hemos escrito sin querer: el riesgo de empobrecimiento que estamos sufriendo
crece a pasos agigantados. Estamos en peligro y, por lo tanto, no consentiremos
que los y las responsables pasen por nuestro lado, con las manos en los
bolsillos, como si nada de esto fuera con ellos y ellas.
El sector presupuestario que tendría que ocuparse de defender
nuestros derechos ha sido recortado entre un 60 y un 70%. Programas de
rehabilitación y de empleo han sido reducidos hasta, en algunos casos,
desaparecer por completo: no hay presupuesto, dicen. Mientras tanto, se
perdonan las deudas de la banca, suben los sueldos de toda clase de personal
político y sicarios mediáticos, aumenta el presupuesto de Defensa y las asignaciones
a los partidos políticos. ¡No lo entendemos! Alguien nos lo tendría que
explicar.
Y aún quisiéramos que nuestro clamor sonara más fuerte cuando
hablamos de la infancia. Nuestro colectivo está pasándolas duras, ¿quien lo
negará? Pero las barreras que se levantan ante los niños y las niñas con
discapacidades todavía son más altas: son criaturas más indefensas y su voz es más
débil. ¡El golpe que están recibiendo es tremendo! No solo en educación –el espacio
natural de las generaciones pequeñas y donde se les están escatimando los
mínimos para su inclusión-, sino especialmente en los espacios de ocio y el ámbito
de la salud. Hace no demasiados años sentíamos la obligación de mostrar
solidaridad con la infancia del denominado Tercer Mundo, los países
empobrecidos por el imperialismo capitalista más salvaje; hoy, es una triste
realidad que también debemos volcar nuestra solidaridad y nuestro compromiso
más firme con las niñas y los niños que tenemos muy cerca que ven ferozmente
amenazada, no ya su felicidad y su dignidad –dos de los derechos humanos más
innegables a la infancia-, sino como decíamos antes, su propia supervivencia.
Hoy celebramos nuestra conciencia, nuestras ganas de que
nuestras palabras resuenen. Con signos manuales, con imágenes o con voz hace
falta que nos hagamos oír. El silencio y la invisibilidad raramente son buenos
compañeros de viaje por vivir una vida castigada. Hace falta que hablemos, que
escribamos, que dialoguemos, que protestemos. De DERECHOS –sí, en mayúsculas-,
y de política, y de independencia personal, y de nuestras ciudades, de nuestras
escuelas, de nuestros espacios de ocio, de nuestras viviendas, de nuestra
sexualidad. Sí, también de nuestro derecho a ser vistos como seres sexuales.
Nuestra verdad vale tanto como la de cualquier otra persona
(no es en ningún caso “minusválida”). Por lo tanto, luchar por la palabra, por
el derecho a gritar, por el derecho a decir «ladrón» o «asesina» a quien se
comporta como tal, y decir «amigo» y «amiga», «querido» y «querida» a quien lo
es, es la manera por la cual optamos hoy para decir que:
"Todas las personas somos diferentes.
Todas las personas
somos iguales"
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