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divendres, 14 d’agost del 2009

Derecho a la sexualidad, pese a la discapacidad

Si el derecho a la sexualidad de los discapacitados existe, sus deseos siguen envueltos en muchos tabús y prejuicios. La formación de 10 asistentes sexuales en la Suiza francófona ha puesto los reflectores sobre un mundo oculto de necesidades negadas y búsqueda de afecto.

Son enfermeras, masajistas, terapeutas o artistas. Tienen entre 35 y 55 años de edad y adquirieron una formación para responder a las necesidades sexuales de personas con alguna discapacidad. Una tarea nada fácil porque la sensualidad de estas personas es un aspecto vedado por la sociedad.

Hablar del cuerpo, de la intimidad, del sexo, no siempre es fácil. Y lo es aún menos si se considera de modo "distinto". Sin embargo, "la sexualidad de los discapacitados es un derecho que es respetado y salvaguardado con extrema ternura", indica Aiha Zemp, psicoterapeuta y responsable del Centro Incapacidad & Sexualidad de Basilea, la primera asociación en haber introducido en Suiza una formación para asistentes eróticos.

"Todo lo relativo a la sexualidad es extremadamente subjetivo. Es un impulso natural, como comer o beber, y no sólo en el caso de las personas con capacidades normales", explica Zemp. "Las personas con discapacidad son considerados como seres asexuales, pero en realidad tienen las mismas necesidades de los otros y los mismos derechos de realizar sus sueños y fantasías".

Doble tabú: sexualidad e incapacidad

Para responder a las inquietudes de sus pacientes, la asociación Sexualidad y Discapacidad Pluriels (SEHP), en la región de habla francesa, entregó los primeros diez diplomas de asistentes sexuales en junio pasado. Se trata de seis hombres y cuatro mujeres que refuerzan al grupo de unos 20 operadores en la parte germanófona de Suiza.

El proyecto se remonta a 2002, cuando la sección zuriquesa de Pro Infirmis –dedicada justamente a las personas con discapacidad- elaboró un programa educativo en este campo. Pero la noticia atrajo un interés mediático inesperado y provocó que numerosos donantes retiraran su apoyo a la organización por calificar el concepto como una "forma latente de prostitución".

En pocos meses, Pro Infirmis perdió unos 400.000 francos y decidió así retroceder en sus planes. Fue entonces que entró al juego la organización de Basilea, en 2004, formando a la primera tanda de asistentes sexuales, bajo iniciativa de su presidenta Aiha Zemp, ella misma afectada por una disfunción. A un lustro del inicio de esta experiencia, el balance es positivo, aunque no han desaparecido del todo las críticas.

Combatido en países de mayoría católica, como Italia, este tipo de apoyo no es sólo una prerrogativa suiza, sino se encuentra también en Holanda, Alemania y Dinamarca. A partir de la década de los años 80, en los Estados Unidos y en el norte de Europa se forman personas para la asistencia sexual. Prestaciones que en algunos países escandinavos paga el seguro de enfermedad.

Del despertar sexual al placer infinito

Suiza aún no ve del todo esta labor como una necesidad. Pero ¿qué es exactamente el acompañamiento sexual? "No existe un catálogo de prestaciones", responde Catherine Agthe Diserens, presidenta del centro de atención para discapacitados en la parte francófona de Suiza.

"La situación es evaluada de modo individual". Cuando la comunicación con el mundo exterior se limita a algunos gestos y palabras, la ayuda de la familia y de los educadores se vuelve fundamental.

Masajes eróticos, caricias, desnudo o masturbación, el abanico de propuestas es amplio y responde a la necesidad de una intimidad frecuentemente negada o estigmatizada.

Los asistentes 'ofrecen' con empatía y respeto un poco de relajación, con el pago de una tarifa que puede ir de los 150 a los 200 francos por hora", continúa Catherine Agthe Diserens.

A veces se trata simplemente de descubrir el placer o de encontrar una función perdida a causa de un accidente, mientras que en otras ocasiones se trata de contactos orales o penetración.

"Esta ayuda no es la solución al problema en sí mismo", precisa Zemp. "Pero es una posibilidad de colmar un deseo cuya existencia se negaba hasta hace poco".

Labor centrada en el respeto

A diferencia de la prostitución común, este acompañamiento sexual requiere un aprendizaje complejo centrado en el respeto del otro, la ética, la escucha.

"Los asistentes sexuales deben ser personas equilibradas, que tienen clara su propia sexualidad y su actitud ante las personas con discapacidad.

Además, deben practicar otra profesión que los ocupe al menos el 50% de la semana laboral de 40 horas en Suiza e informar a su pareja, en caso de tenerla, de esta actividad", advierte Diserens.

Para Aiha Zemp, los asistentes sexuales alzan un velo a un mundo oculto de necesidades negadas y de una gran búsqueda de afecto.

Stefania Summermatter, swissinfo.ch
(Traducido por Patricia Islas Züttel)

(Publicat en swissinfo.ch l'11 d'agost de 2009)